A bailarina que marca o compás ós noivos

Seamos francos. Para los novios, el día de la boda es una sucesión de pruebas. Una maratón festiva en la que sobran los momentos en los que meter la pata y acabar convertido en protagonista de un vídeo de primera. La apertura del baile es una de esas situaciones críticas. Quizás por eso, cada vez son más los prometidos que buscan ayuda para superar ese trance. Algunos incluso van a por nota. Así nos lo cuenta Rita García. Ella es una joven profesora de baile y de zumba que imparte, en la escuela Perla de Arousa (Vilagarcía), clases preparatorias de bailes nupciales. «La verdad es que tenemos mucha gente. Más entre mayo y septiembre, que es la temporada fuerte, pero también durante el resto del año», nos explica.

Rita empezó en esto de enseñar a bailar a las parejas de novios por pura casualidad. «Unos amigos me pidieron que les ayudase a montar su baile nupcial», relata. Y ya se sabe que de una boda sale otra boda. En este caso, otro baile. Y otro, y otro. «Hasta que decidimos ofertarlo, porque vimos que realmente había demanda», explica la joven profesora.

¡Lo que hay que hacer!

Por sus manos pasan novios de todo tipo. Los hay que llegan nerviosos, «con cara de pensar ‘¡lo que hay que hacer para poder casarse!’». Otros, los que no le tienen miedo a la pista de baile, dispuestos a comerse el mundo y a sorprender a sus invitados con completos montajes musicales. Y es que, a estas alturas, son muy pocos los novios que inauguran el baile con el vals. Eso se ha quedado desfasado, antiguo, demodé. «Lo piden muy pocos novios, que bailan un trocito sobre todo por no descolocar a los invitados de más edad. Pero después de un par de minutos cambian a otra canción», dice Rita. Normalmente, a una «balada romántica», aunque ahí entra en juego la historia de cada pareja, sus gustos y sus recuerdos.

Esta es la apertura de baile «básica». A partir de ahí, todo es posible. Desde los novios que cambian las canciones románticas por tangos, bachatas, o un maxmix de las canciones de su vida, hasta los que comparten ese momento tan especial con algunos de sus invitados. «Una pareja, por ejemplo, quería hacer el baile con un bebé», recuerda Rita. Y ahí está ella para diseñar una coreografía acorde a las necesidades de cada par de novios -y a los trajes, porque ese es un factor a tener en cuenta antes de planificar cabriolas y saltos-. «En una boda, la pareja al entrar en el salón, antes del brindis, hicieron una especie de playback y una coreografía con los amigos». En otra ocasión, los novios se grabaron bailando y, en medio de la proyección del vídeo, se lanzaron a la pista. Hay maridos que quieren sorprender a sus esposas con un número especial, y parejas que, tras dar ellos los pasos iniciales, cuentan con una pequeña ayuda de sus amigos para animar el cotarro festivo.

Sea cual sea la opción elegida por los novios, la preparación suele exigir buenas dosis de paciencia tanto a los alumnos como a su maestra. «Hay quienes no tienen ni idea de bailar y necesitan ir muy despacio, y quienes ya saben algo más», cuenta esta. Pero también las parejas más sueltas tienen que ir paso a paso, «aprendiendo cada día una parte de la coreografía». El resultado suele ser bueno. Tan bueno, que a Rita la han incluido algunos de sus alumnos en la lista de invitados. «Y he ido, claro», dice ella, que reconoce que trabajar codo con codo con las parejas de novios hace que se cree un vínculo muy parecido a la amistad.

Estos días, Rita está preparando las coreografías para una de esas bodas en las que el baile va a tener un protagonismo especial. Aún no han comenzado los ensayos; ya llegarán. Igual que llegará otra vez el mes de mayo, con un nuevo aluvión de bodas, y los nervios de los novios, que irán creciendo a medida que el gran día se vaya acercando.

Ligazón á noticia

Ligazón á vídeo